Como histriones de una tragedia griega alzamos los brazos gritando NO al mundo, al gobierno, al sistema, pero cuando termina la función y de regreso a casa, pensamos en nosotros, en nuestras familias, en "lo mío", en los problemas domésticos que alcanzamos a solucionar.
Quizás sea culpa de la educación o de la historia de España, precisamente el echar la culpa a algo o a los otros de nuestros males.
No es el sistema capitalista lo que está en crisis, sino el sistema español. Se ha pasado del mutismo de cuarenta años de dictadura, al mutismo democrático. Se abrieron las puertas a la democracia y entramos en tropel a un mundo desconocido para varias generaciones, sin una base real, como quien entra en un sueño, pero sin dejar el comportamiento costumbrista de épocas pasadas.
Para que algo salga adelante, primero debe de haber un proyecto, una alternativa factible o imposible al principio, pero algo sólido donde se pueda edificar el nuevo proyecto aunque haya que renunciar a privilegios pasados. En el esfuerzo de la sociedad por conseguir un bienestar al nivel de los países con mayor tradición democrática, revindicamos los mismos derechos, las mismas oportunidades y los mismos servicios sociales, pero nos olvidamos de prestar las mismas obligaciones y sorprendentemente todo empezó a funcionar de esta manera, como a quien le toca la lotería y no sabe en que gastar lo recibido.
Importamos consignas decimonónicas como burguesía, proletariado y sindicatos de clase que ya estaban superadas desde hacía tiempo, cuando se produjo el cambio en la conciencia social europea en la época post-industrial. Mientras en los países del entorno se especializaba la mano de obra, España seguía siendo el país de la "chapuza" y el escaqueo donde era fácil mantenerse con el mínimo esfuerzo.
Se veía a la empresa como el enemigo que nos explota y nos hace trabajar y había que luchar en su contra, exigiendo cada vez más fiestas, más dinero, más beneficios mediante los convenios colectivos.
En estas condiciones las empresas empezaron a mirar hacia otros países con menos conflictividad y más productividad y poco a poco se fue desmantelando el tejido empresarial. Quedando en situación privilegiada los funcionarios y los trabajadores del estado que aún mantenían la actitud de "quien no llora no mama" y otras por el estilo...tan españolas...
Si miramos, no solo los derechos sino las contraprestaciones que se aportan en el ámbito laboral en otros países, veremos las diferencias. En EEUU o los países Nórdicos hay otra visión del trabajo y de los trabajadores respecto a la empresa ...Hay que empezar dando para que te den, en vez de cerrar el círculo de "como no me dan, no doy"...
No es el miedo, cómo dicen, lo que causa este mutismo y esta sumisión del pueblo ante los acontecimientos, sino la falta de alternativas y de visión de futuro, el no querer ni oír hablar de cambios en la conducta social, el cerrar los ojos ante otras posibilidades que resultan incómodas a la dejadez acostumbrada.
Mientras no se produzca un cambio de mentalidad en la sociedad que lleve consigo nuevos comportamientos sociales, no se podrá recuperar la inversión y por lo tanto se mantendrá la recesión hasta lo insostenible que nos obligará a empezar desde la nada.