viernes, 18 de octubre de 2013

Don Aire






Decían que era gracioso, que daba risa.
Don Aire tenía ese garbo etéreo que hacía a los sentidos percibir la realidad de forma diferente, como si su presencia causara un hechizo mágico.
Don Aire se ocultaba tras una capa transparente, entre el soplo de la brisa.
Pero llevaba consigo las azules lágrimas de Garrick, el poema trágico.
Don Aire dejaba ver la elegancia del viento en el vuelo de una falda, o en el indiscreto parloteo de las hojas de los árboles.
Podía traer los arreboles de las lejanas orillas del mar, y posarlos sobre tus pálidas mejillas, porque Don Aire poseía el embrujo del desconcierto. Provocar el equívoco era su mayor acierto.
La embriaguez de la risa era su objetivo secreto; la burla de lo que que se da por sentado, su método de trabajo.
A veces aparentaba ser serio, como un político o un obispo; entonces se desataba su gracia, ante su arte grotesco y todos reían con Don Aire, cuando al político lo convirtió en política y al obispo en obispa.
A tal punto llegó su aturdimiento, que no supo si llorar de risa o reír de pena, porque ya no distinguía la ordinaria vida de la escena. La única diferencia que encontraba, es que cuando no era él el que representaba la comedia, eran otros los actores que interpretaban la farsa de vivir, como otra bufonada a cargo de impostores.



5 comentarios:

  1. ¡Muy bueno Marcelo! Cuántas veces no sabemos si reímos de pena y si nuestras lágrimas no son de risa... esta es la comedia humana.
    Bsazos.

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  2. A ese punto hemos llegado al igual que Don Aire,sí...tristemente cierto.
    Y doloroso en extremo.
    Reír?
    Ya no queda nada para eso...
    Besos.
    Aún así,añado, hay que luchar por ella o su fingimiento, por otros que quizá la hallen.

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  3. En el aire flota el sueño,la risa, la sonrisa, la lágrima, el dolor, hermoso oficio el de ser una brisa que nos transporta tantas cosas, un poco estamos hechos de aire.
    Besitos

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  4. Una hermosa metáfora de nuestras vidas. Pero no debemos perder la sonrisa, es de lo poco que nos queda de humanos. Un fuerte abrazo.

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  5. Donaire de don Aire: ser uno mismo, aunque llueva.

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