sábado, 10 de mayo de 2014

La Sospecha (II)



...Continuación

Al medio día, Luise llamó al hotel donde se alojaba Sara.
- Dijiste que hoy no tenías concierto y pensé que podíamos cenar juntas en el "Barcelona restaurant", aquí mismo en el Village.
-¿Vendrán Norman y Dan?
- Esta noche hemos discutido Norman y yo, a causa del sexo anal y se fue a dormir a su casa. Al principio me gustaba, pero parece que se convirtió en una obsesión para él y hoy no quiero verlo.
- Shhhhh, Ven a buscarme a las 2:30, reserva una mesa en el restaurante y ya me lo contarás todo.
Sara se disculpó ante su agente y le pidió que anulara los compromisos pendientes para su día de descanso.
La descarada confidencia de su amiga Luise, la había puesto nerviosa. Podía verlos juntos imaginando la escena, y un escalofrío le recorría la espalda hasta convertirse en un arrebol en sus mejillas. También estuvo pensando en Dan, en el hechizo que había causado sobre ella el tono de su voz profunda y pausada, en los conocimientos y afinidades compartidas la noche pasada, pero que todo eso pudiera ocultar ciertas obsesiones privadas que solamente descubriría acostándose con él en la cama.

De regreso al hotel, después de la cena con Luise, Sara se sentía decepcionada. No podía apartar de su mente la idea de que Dan fuera como su amiga lo describió.
" Ya sabes como son los hombres, les gusta comentar los secretos de alcoba con los amigos"- le había dicho Luise durante la cena-.
Confundia por los efectos retardados del alcohol, dejó un mensaje a su representante, pidiéndole la cancelación del próximo concierto en el "The Bitter End", donde debía tocar por tres días más, y se derrumbó sobre la cama en un sueño profundo. Soñó que el piano ardía en llamas durante el concierto, como a Jerry Lee Lewis interpretando "Great Balls of fire", y que un desconocido la rescataba entre el humo y la música sacándola en brazos hasta una desnuda pradera.
Por la mañana, lo que Sara encontró al despertar fue algo muy diferente. Una nota en la recepción , en la que se informaba del abandono de las habitaciones de su equipo técnico y de su representante; acompañada de la factura de cinco noches en el "Standard High Line NYC" en el East Village.
Sara telefoneó al local donde debía actuar esa misma tarde, pero la dijeron que su agente había cobrado por los conciertos realizados antes de anular el resto de actuaciones por indisposición de la ejecutante.
La pianista no pudo contener las lágrimas que rodaban por sus mejillas dejando un sabor acre en el teléfono.
Sintió la soledad ante la catástrofe, y decidió ponerse en contacto con su hermano para regresar a España.
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