martes, 9 de septiembre de 2014

El camino del olvido





El calor sofocante de estas latitudes, próximas al trópico de Cáncer, unido a la humedad pegajosa que se confunde con el sudor salobre del cuerpo, me obligó a sumergirme en la bañera por tiempo indefinido. Perdí la cuenta de las horas, ni siquiera sentí como se arrugaba la piel, empezando por las yemas de los dedos. Una inmensa paz, parecida a la de los sueños más profundos, se fue apoderando de mi ser consciente como si el cuerpo fuese cambiando de estado hasta confundirse con la leve densidad del agua. Los huesos comenzaron a reblandecerse y comprendí que me estaba disolviendo.
La puerta del baño quedó entreabierta, por lo que no encontró obstáculo alguno cuando llegó la dueña de la casa, y vio la bañera llena de agua limpia, aunque no pudo disimular su extrañeza al comprobar que nadie más estaba en la casa. Después de pronunciar mi nombre repetidas veces, sin encontrar respuesta, levantó el tapón con la cadena y desaparecí por el sumidero.

Había transcurrido cierto tiempo de tan surrealista episodio, cuando la dueña regresó a la casa para reclamarme el alquiler, sorprendida por ser la primera vez que me retrasaba en el pago. Recogió del buzón la abundante correspondencia acumulada en ese tiempo; cartas del banco y de los suministros impagados con educadas amenazas de suspensión de la energía. Pero al no encontrarme, decidió acudir a la policía donde denunció mi desaparición y la reclamación de la deuda.
Es curioso comprobar cuando crees que a nadie le importas, la cantidad de gente e incluso instituciones y empresas, que empiezan a preocuparse por ti cuando dejas de pagar los recibos.
La policía comprobó que todas mis pertenencias seguían en la casa; la ropa en sus armarios y las maletas vacías en el altillo, ni una nota que justificase mi marcha. En las cuentas del banco, agotadas por los embargos, no encontraron ningún movimiento que delatase mi desaparición. También investigaron mis escasas relaciones, interrogando a gente que hacía meses que no veía y nadie pudo dar una pista de mi paradero. Por lo que decidieron archivar el caso a la espera de alguna prueba creíble para reabrirlo.
No había pasado demasiado tiempo cuando se inició el camino del olvido.
La casa volvió a alquilarse y los nuevos inquilinos enseguida la llenaron del calor de un hogar familiar y anodino. La policía continuó con el lucrativo trabajo de las multas a los despistados automovilistas y los viejos conocidos continuaron con sus vidas distraídas por los nuevos problemas de siempre. Ya ni siquiera llegaba el recuerdo distorsionado, que al principio les hacía opinar disparates sobre mi desaparición.

Yo nunca regresé, ahora vago en el olvido, en el ciclo perpetuo de las aguas y las fuentes que se deslizan desde los glaciales, entre las rocas de los ríos, hasta el océano de donde son absorbidas por el calor del cielo, formando viajeras y perezosas nubes, que descargarán en las tardes de Abril sobre los montes y los campos para volver a empezar su eterno recorrido.
Mientras tanto, alguien canta en la bañera contemplando su cuerpo temblar bajo el agua.

1 comentario:

  1. Spaghetti .... pasamos momentos como lo que relatas, pensamos
    e imaginamos lo imaginable, al reaccionar, nos decimos
    es una locura pero puede suceder.
    Me atraparon tus letras.

    Recibe mi saludo desde Argentina

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